¡Por supuesto que estamos 

EQUIVOCADOS¡

La rutina "post-caída" no es nada nuevo: vergüenza, aislamiento, culpa, desesperación y un creciente autodesprecio. Llevas años practicando esta rutina meticulosamente. Quizás antes de esta última minicatástrofe, empezabas a sentirte un poco más fuerte, un poco más seguro. ¡Ni hablar! Este revés es una llamada de atención. Aquí estás, de vuelta a donde perteneces, en el triste sótano del que nunca debiste haberte atrevido a salir.

¿Qué tal si, solo por esta vez, te arriesgaras (ya que no tienes mucho que perder) y abordaras las cosas de otra manera? ¿Y si dejaras de lado tus expectativas y adoptaras una actitud rebelde?

Empieza por cambiar tu forma de hablarte a ti mismo. Primero, ¿cómo se suponía que lo sabrías? ¿Cómo se supone que vivamos la vida perfecta que creemos si carecemos de tanta información sobre la psique humana y el funcionamiento interno de la vida? Con las pocas herramientas que tenemos para vivir con un mínimo de sabiduría, ¿por qué nos sorprende el fracaso en el amor, en el trabajo, con los amigos o con la familia? La escuela es irrelevante, los libros no lo saben, y el intelecto humano es parcial, engañoso e inconsistente. Fracasar es un hecho. El fracaso es, inevitablemente, la norma.

Sin embargo, hay otras maneras de contar estas historias. Podemos, por supuesto, contarlas como incidentes desafortunados. O, alternativamente, podríamos usar nuestra imaginación para componer una historia más refinada, compasiva e incluso más divertida. A veces, el fracaso o el rechazo son simplemente un accidente y no una señal de que no merecemos existir. Depende de nosotros reconstruir los hechos para crear la historia que elijamos.

No tiene sentido preocuparse de que nadie más haya cometido semejante error. La historia de cada persona le da su propia perspectiva de la vida, sus motivaciones, sus puntos débiles y sus debilidades.

Lo cierto es que la experiencia humana conlleva momentos de estupidez. Sería bueno reconocer y aceptar estos momentos de idiotez. Basta pensar en la inevitable senilidad de la vejez para desprenderse de un apego demasiado obstinado a la propia dignidad. Pronto nos encontraremos tan vulnerables y dependientes como un niño, aunque un poco menos agradables, con problemas de incontinencia y un babero de tamaño adulto. Tener presentes nuestros propios aspectos ridículos es una de las actitudes más sabias que podemos adoptar.

Experimentada desde dentro, la perspectiva de nuestra vida y nuestro diálogo interno es bastante desalentadora. Pero esto se debe, sin duda, a que desconocemos la experiencia interna de los demás. Si tuviéramos acceso a ella, encontraríamos los mismos deseos, las mismas concesiones, la misma tristeza y el mismo malestar. El sentimiento de autodesprecio no es excepcional. Por otro lado, es la conciencia y el conocimiento que tenemos de nosotros mismos lo que sí es único y excepcional.

Deberíamos atrevernos a reivindicar y celebrar una realidad difícil. Sería bueno desafiar, con igual cortesía y fervor, a la sociedad, el sistema y la historia que nos presionan monstruosamente para que llevemos una vida plena cuando en realidad solo somos fragmentos de materia sensible y semicoherente clavados en una piedra que gira alrededor de una estrella. Cualquiera que se atreva a reconocer estos hechos con humor probablemente será un verdadero amigo, un valioso compañero en el camino hacia la catástrofe que nos espera a todos.

Puede que seamos campeones de la autoflagelación, pero es un deporte banal en el que hemos triunfado durante demasiado tiempo. Así que, ¿por qué no explorar el prestigioso y olvidado arte de relajarnos para tranquilizarnos?equivocados!

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