LA NEGACIÓN DE USAR MASCARILLAS ¿QUÉ SE ESCONDE DETRÁS?
La negación a usar mascarillas revela un desorden de personalidad
Las mascarillas pueden ayudar a evitar el contagio del virus sin embargo, hay quienes siguen sin creer en ello
El hartazgo y la desesperación son tal, que algunas personas han comenzado a bajar la guardia, reanudando su vida social y actividades sin tomar las medidas pertinentes.
Mientras que la comunidad médica ha sugerido que las mascarillas son el mejor método para prevenir la propagación del COVID-19, muchas personas rechazan su uso, especialmente en algunos países como los Estados Unidos de América y países de Latinoamerica.
El tema se ha convertido en una guerra cultural solapada por partidos políticos y grupos específicos que desacreditan a la comunidad científica.
Es así como también se han realizado diversos estudios psicológicos que explican la razón por la que no se están acatando las normas.
Uno de ellos viene de Investigadores de la Universidad Estatal de Londrina, en Brasil, quienes encontraron que las personas que se niegan a utilizar mascarillas presentan "rasgos antisociales", como bajos niveles de empatía y altos niveles de insensibilidad y asunción de riesgos. Del mismo modo, evitan acatar otras medidas como el distanciamiento social y el confinamiento.
Actualmente, gran parte de la presión sobre las mascarillas está relacionada con el cuidado de los demás, pero si este estudio resulta correcto, esto no es algo que les importe a las personas con comportamientos antisociales.
Según los investigadores, las personas que muestran menos empatía y más rasgos antisociales, como la insensibilidad, el engaño y la asunción de riesgos, están menos preocupadas por exponerse a sí mismas y a los demás a riesgos. Más bien, están motivados por su propio interés.
El peligro de pensar que "no pasa nada"
Los investigadores han descubierto que el cerebro humano a veces es demasiado optimista para su propio bien. Muchas personas subestiman la probabilidad de que ocurra un evento fatal que afecte su vida, como un divorcio, un accidente o una enfermedad.
Este fenómeno se conoce a menudo como "la ilusión de invulnerabilidad". Este sesgo nos lleva a creer que tenemos menos probabilidades de sufrir desgracias y más probabilidades de alcanzar el éxito.
Creemos que viviremos más tiempo que el promedio y por ende, más probabilidades de éxito en la vida. En cierto modo, pensar en la realidad es afrontar lo que no queremos, una forma de alimentar la negatividad en nuestro cerebro.
Las consecuencias de tener ese "sesgo optimista" en tiempos de crisis es tomar malas decisiones que pueden tener resultados desastrosos como lo es enfermar.
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