¿POR QUÉ FLORECER?
¿POR QUÉ FLORECER?
Hoy en día, a menudo nos referimos a la “Felicidad” para expresar nuestro propósito en la vida. Es una creencia muy extendida considerar que la lógica que subyace en el trabajo, en las relaciones y en toda la vida cotidiana sería la búsqueda de la felicidad. Insignificante al principio, un apego demasiado rígido a este ideal puede socavar la realización auténtica, ya que nos incita a rehuir preguntas, situaciones y emociones que son tan reveladoras, preciosas y cruciales como difíciles o repulsivas.
Los antiguos filósofos griegos creían firmemente que el propósito de la vida no se trataba solo de la felicidad. Ellos sugirieron que era más una cuestión de alcanzar el eudemonismo, posiblemente traducido como 'cumplimiento'. Lo que distingue a la Felicidad de la realización es la aceptación del dolor y el sufrimiento. Es eminentemente posible estar a la vez realizado y con dolor físico o mental, cargado de responsabilidades y de mal humor o irritable. Este matiz psicológico no se transmite claramente por el término "felicidad": de hecho, decir que uno sería "feliz pero en mal estado" o "feliz pero sufriendo" es confuso. Sin embargo, el término “cumplido” permite la lógica de esta conjunción.
Esta palabra alienta a darse cuenta de que algunos de los proyectos más hermosos de nuestra vida no son agradables, pero vale la pena llevarlos a cabo. Explorar concienzudamente los propios talentos profesionales, administrar el hogar, salvar el matrimonio, crear nuevas oportunidades de negocios, interesarse en los asuntos políticos... Estas actividades significativas no prometen risas ni alegría. Es aún más probable que nos desafíen, que provoquen un cuestionamiento que no será obvio ni fácil. Sin embargo, a pesar de ello, al final de nuestra vida probablemente consideraremos que valieron la pena. Nos habrán dado acceso a algo aún más grande e interesante que la felicidad: gracias a ellos, habremos podido marcar la diferencia.
Con la palabra "realización" en mente, podemos dejar de lado la ilusión de que una vida ideal sería una vida sin dolor (y así dejar de culparnos por un 'mal' humor). Tendremos confianza en el hecho de que estamos apuntando a algo mucho más importante que una sonrisa: nos dedicamos a realizar nuestro potencial humano para honrar nuestra naturaleza.
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