CUANDO LA VIDA NO MARCHA
CUANDO LA VIDA NO MARCHA
Una parte importante del hecho de ser humano consiste en nuestra capacidad para imaginar como podrían ser las cosas. Y cuando creamos una ilusión que nos place, experimentamos el deseo de que la vida sea realmente así y seguimos esperando de otras personas el cumplimiento de nuestras ilusiones.
Los demás podrían ayudarnos a convertir en realidad nuestra ilusión de una vida mejor. Si las cosas no mejoran, "los demás" nos están frustrando. Siempre nos referimos a esos "ellos" anónimo, el mundo de otras personas que, por lo que a nosotros y nuestras ilusiones se refiere, son o parte del problema o parte de la solución.
Si nos sentimos bien, es probable que aceptemos que "ellos" son buena gente, mientras si nos sentimos mal, lo más probable es que consideremos que "ellos" nos están decepcionando de una forma o de otra. Sabemos cuando estamos satisfechos y cuándo estamos frustrados, sabemos que alguien tiene que ver con ellos.
Hace falta esfuerzo y una constante fuerza de autodisciplina y autorregulación para experimentar decepción, frustración y desengaño sin juzgar que la culpa es de "ellos". Aceptar que no obtendremos lo que sea que represente nuestra satisfacción, y aún así seguir adelante sin odiar a un imaginario enemigo que nos la niega, constituye un logro humano notable y poco frecuente.
Aparentamos llevar esta decepción mejor de lo que realmente la llevamos porque hemos inventado ciertos recursos sociales para disimular el odio. Después de una confrontación con alguien que nos ha hecho sentir mal o que no ha contribuido a que nos sintamos bien, el recurso más corriente consiste en pasar el tiempo explicando algo que la otra persona hizo fue como si pulsara un "botón" en nuestro interior, y que ahora somos conscientes de que debemos afrontar "nuestros asuntos" y que "en realidad" no teníamos motivos para enfadarnos o molestarnos tanto.
La otra persona, a su vez, puede asumir parte de la responsabilidad por la disputa o desaveniencia declarando que se sentía presionado, o que no se había dado cuenta de lo sensibles que éramos a cierto aspecto sutil y disimulado de su comportamiento. Pero todo eso son historias.
Entre los dos estamos creando una historia que nos permita seguir adelante juntos. Podríamos decir, más sencillamente, que a duras penas soportamos que alguien se entrometa en nuestras ilusiones de cómo debería ser la vida, o que el hecho de relacionarnos con quién sea nos haga sentirnos peor en las tripas y la garganta en vez de sentirnos mejor.
A duras penas lo soportamos y debemos esforzarnos constantemente por mantener una fachada de aceptación y no descargar furiosamente nuestra ira, utilizando un florido lenguaje de la edad adulta para disimular las quejas de nuestro "no adulto" interior.
Y en aquella ocasión particular que ahora nos viene a la cabeza no pudimos soportarlo y no nos abstuvimos de torcer el gesto, de quejarnos o de atacar, Y volverá a suceder, porque en este terreno nadie es perfecto. No lo decimos en voz alta, porque entonces nos quedaríamos sin ningún lugar a donde ir, mientras que las historias que creamos juntos después de un estallido nos permiten abandonar el escenario con elegancia, en condiciones de regresar de nuevo en el siguiente acto.
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