EL ORIGEN DE NUESTRA FUERZA INTERIOR

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No hay nada mejor que el descanso después del trabajo, la relajación tras el esfuerzo abrumador, el día tras la noche. Que el amor conquistado, la amistad merecida, la lucha cotidiana por la digna supervivencia. Sentir una profunda identificación con la palabra superación; reconectarse con una profunda y verdadera espiritualidad que nada tiene que ver con la religión y sobre todo vencer la inercia aniquilante de la pereza. El mantenernos activos y emocionados por lo que hacemos es en realidad lo que nos da la sensación de que estamos vivos.

Es innegable que existe una realidad más allá de la que vemos: esta muy oculta y para descubrirla, tenemos que viajar a nuestro yo más profundo. El problema es que nos organizamos fácilmente para excursiones externas pero muy poco para las internas.



   "El ser humano es un tanto extraño. Continúa explorando los Himalayas, continúa explorando el Pacífico, continúa acercándose a la Luna y Marte; sólo hay una cosa que nunca intenta: Una exploración en su ser interior". 

Una propuesta que por muchos años se mantuvo, fue la idea de que el hombre es un ser Bio-Psico-Social, por aquello de su estructura biológica, su capacidad de pensamiento y su necesidad de relacionarse e integrarse a sociedades. Sin embargo, en la actualidad se considera que esta definición es muy corta, púes se ha observado que solamente con esos elementos nombrados el ser humano no es capaz de alcanzar la plena felicidad. 

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Creemos que sólo existe una realidad tangible, la que percibimos a través de nuestros sentidos. Sin embargo cada vez es más aceptada la idea de la existencia de otras realidades que también intervienen, pero que para captarlas se necesita una capacidad de percepción más exquisita, más fina. Existe una realidad mental-espiritual en cada uno, una poderosa parcela trascendente que está esperando ser descubierta y utilizada con el único fin posible: conseguir lo mejor para uno mismo y para las personas que nos rodean.

La comprensión de esta fuerza no puede lograrse desde una perspectiva intelectual o científica, sino mediante un trabajo que deben realizar la mente y el alma, esa parte invisible e intuitiva que cada persona posee y que siempre esta ahí pero que a menudo se ignora a favor de lo que se puede captar con los sentidos.

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 Se considera que hay por lo menos tres caminos para alcanzar estados de consciencia superiores y estos son:

 1. Despertar de la consciencia a través del       Dolor:

Si miramos hacia atrás y observamos la película de nuestra vida, veremos que todos y cada uno de los aspectos que hemos vivido han sido necesarios. Cada paso conducía a un lugar más elevado, aunque estos pasos parecieran a menudo obstáculos o experiencias penosas. Todas las personas que han alcanzado un estado de felicidad y plenitud confirman la idea de que los accidentes, lo casual, no existen en realidad. 

En un momento de nuestra vida, cuando ocurre algo doloroso, nos preguntamos: "¿Por qué a mi?". Si por ejemplo se trata de la ruptura no deseada de una relación, pasaremos esos momentos sufriendo y preguntándonos cómo y por qué ocurrió este desastre. Pero, pasado un tiempo, cuando nos recuperamos, seremos capaces de mirar atrás y decir: "Ahora sé por qué tuvo que ocurrirme" .

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Desde la perspectiva que da mirar atrás, tenemos que ser capaces de darnos  cuenta de que debíamos experi­mentar ese dolor a fin de trascenderlo. Este es el patrón de crecimiento que experimentan muchas perso­nas: ocurren acontecimientos, el sufrimiento hace su aparición y a continuación surge la luz. Pero hay otras que parece que nunca recibieron el mensaje que nos dice que la vida nos pone pruebas y que, a menos que aprendamos de ellas, estamos condenados a repetirlas. Para las personas de esta categoría, la realidad mágica es inalcanzable.


Una de las personas que se dedicó con más profundidad al estudio del dolor humano fue Buda, personaje que renunció a un reino para entender la naturaleza humana y su relación con el sufrimiento. Existe una historia que ilustra perfectamente el aprendizaje a través de la instancia del dolor.


El grano de mostaza

Una mujer, deshecha en lágrimas, se acercó hasta el Buda y, con voz angustiada y entrecortada, le explicó:
—Señor, una serpiente venenosa ha picado a mi hijo y va a morir. Dicen los médicos que nada puede hacerse ya.
—Buena mujer, ve a ese pueblo cercano y to­ma un grano de mostaza negra de aquella casa en la que no haya habido ninguna muerte. Si me lo traes, curaré a tu hijo.
La mujer fue de casa en casa, inquiriendo si había habido alguna muerte, y comprobó que no había ni una sola casa donde no se hubiera pro­ducido alguna. Así que no pudo pedir el grano de mostaza y llevárselo al Buda.
Al regresar, dijo “Señor, no he encontrado ni una sola casa en la que no hubiera habido alguna muerte”.
Y, con infinita ternura, el Buda dijo:
—¿Te das cuenta, buena mujer? Es inevitable. Anda, ve junto a tu hijo y, cuando muera, entierra su cadáver.

2. El segundo camino es el ampliar la consciencia a través de los resultados 

El segundo nivel es aquel en el que tenemos que aprender a dejar de preguntarnos: "¿Por qué a mí? ", y desarrollaremos un conocimiento que dice: "No hay accidentes; todo lo que experimento es de algún modo necesario para que pueda avanzar a la siguiente etapa". 

Si empezamos a preguntarnos: "¿Qué hay en esta experiencia que yo pueda utilizar en mi beneficio, aun cuando no comprenda en estos momentos por qué ocurre?", o bien: "¿Qué puedo aprender acerca de mi mismo y cuánta fuerza puedo reunir para hacer frente de manera eficaz a este problema?", habremos hecho un cambio de enorme importancia.

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 Cuando la mente está concentrada en lo que se puede aprender de una experiencia, no se recrea en pensamientos que conducen al sufrimiento. Muchas personas se pasan la vida entera recorriendo este segundo camino. Están concentradas en derechos y ambiciones en los que trabajan de manera asidua, y ven oportunidades en los obstáculos 

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3. El tercer camino se refiere a la toma de consciencia a través de las metas



Nada puede ayudar más a una persona a superar los pesares que la conciencia de tener una tarea en la vida. Aprender que te aguarda una misión única y ponerte a la altura de ella es el tercer paso para crear la energía mágica en tu vida. Todo en el universo tiene un propósito.

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 Para descubrir el tuyo tienes que entrar en tu interior. La iluminación es "la tranquila aceptación de lo que es", sin juzgar, sin ira ni amargura, sin hostilidad ni remordimiento; sólo una tranquila disposición a aceptar los hechos en lugar de combatirlos. Entonces sabrás con toda certeza que has alcanzado el propósito. No necesitas que te lo diga nadie. Lo sabes porque no te cuestionas ya el sentido de tu vida. Conoces que todo cuanto haces está en sintonía porque te encuentras en armonía y todas y cada una de las actividades de tu vida están destinadas a la realización de tu propósito.

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