CANSADOS DE LAS PANTALLAS: POR QUÉ LA VIRTUALIDAD NOS TIENE EXHAUSTOS
Cansados de las pantallas: por qué la virtualidad nos tiene exhaustos
Después de casi un año en el que casi todo ha sido por plataformas sociales, la fatiga comienza a ser real y así buscamos desconectarnos.
“No me concentro”, “Ya hay demasiados eventos y todo es lo mismo”, “Nada supera la experiencia real”. Estas parecen ser las impresiones de varias personas que ya ven en las pantallas una experiencia casi que obligatoria, falta de motivación y por supuesto, un cansancio atroz. Cansados de las pantallas: por qué la virtualidad nos tiene exhaustos
De hecho, al llevar casi un año al frente de ellas para cada experiencia (incluso desayunar se puede hacer a través de un evento de Zoom), la apatía parece ser un sentimiento general: desde marzo y abril ya se hablaba de la “Fátiga de Zoom” en Psychology Today, que mostraba ese burnout, estrés y fatiga por la virtualidad, sobre todo al analizar una plataforma con 300 millones de participantes diarios.
En agosto de este año, por otro lado, la ensayista Emily Gould hablaba en The Atlantic de cómo la educación online era prácticamente una “broma”, al hablar de la experiencia de su hijo Raffi y con las que varios padres se han sentido identificados: problemas técnicos, contenidos pobres, distracciones, problemas de horario y de acompañamiento y sobre todo, algo que se perdió en la virtualidad: la motivación para participar, siendo esta reemplazada por un silencio detrás de la pantalla.
Por otro lado, el bombardeo de mensajes, eventos, experiencias digitales es constante. Se hacen muchos más eventos, aprovechando la ventaja de la virtualidad y lo que implica conectarse con tan sólo un Link, lo que deja la imposibilidad de asistir a todos ellos.
Esto también incluye el trabajo en casa, donde a veces ya se desconocen los horarios de descanso del trabajador, que debe estar pendiente de la pantalla y al mismo tiempo lidiar con asuntos cotidianos. Ya desde antes de la pandemia se hablaba del "Derecho a la desconexión" y de hecho ya llegaba a estamentos de la ley en países europeos. Y así, aumenta la fatiga y por ende, el estrés.
“Probablemente la mejor metáfora de todo esto es que no es lo mismo ver pornografía que tener sexo: no habrá nunca sustitución de la experiencia en vivo por más que nos digan que todo va a poder ser posible detrás de las pantallas. Y en eso vemos también que cuando vamos al gimnasio y sudamos al frente de otras personas, y nos esforzamos al verlas, no se puede comparar al hacer ejercicio delante de las pantallas. No hay, así, una experiencia que pueda ser sustituida. Probablemente el cine lo sea, pero lo que a la gente se le olvida es que llevamos un año en Zoom, pero vivimos miles de años de experiencias reales con gente real. Así que no hay manera de que en doce meses digamos que nos volvimos digitales. También ves que los niños quieren juguetes sensoriales. Y es porque a ellos les urge el contacto físico. Y todo va para allá".
Buscando la desconexión
Ahora bien, ya antes de la pandemia, en otros contextos existían estilos de vida que claramente tendían a la introspección. Desde las comidas comunales, espacios de trabajo y retiro, hasta el minimalismo del hygge, entre otras opciones de reconexión, la vida frente a la pantalla era inconcebible para muchas personas.
"Todavía existen grupos pequeños, pero significativos que han dejado de vivir en grandes núcleos urbanos y se han refugiado en lugares que tienen más contacto con la naturaleza. Hay personas que han recurrido a los deportes y otras actividades que les ofrecen una mayor conexión con ellos mismos. Otros han estado buscando nuevas actividades que antes creían imposibles de realizar. En general, este deseo de desconectar proviene de un cuestionamiento muy genuino de que es posible probar cosas nuevas y más saludables (para el cuerpo, la mente y el alma) para tu rutina. Incluso quienes permanecen muy conectados en el entorno digital han encontrado recursos para desconectarse.
Varias aplicaciones y otras herramientas del dispositivo indican un momento para detenerse, apagar el dispositivo y concentrarse en otra cosa. De todos modos, es interesante observar los nuevos comportamientos que van en contra de algo muy contemporáneo que es la hiperconexión de las personas y cómo se remonta a una vida más consciente, con más posibilidades y con un tiempo mejor gestionado".
Durante los últimos años nos hemos acostumbrado a la velocidad de la información, siempre a nuestra disposición y con la posibilidad de resolver cualquier cosa en muy poco tiempo. Esto creó un éxtasis de estar dentro de todo todo el tiempo. Por otro lado, también trajo más ansiedad y desajuste a la sociedad contemporánea (no vaya a perderme algo)- FOMO. Las personas empiezan a entender que vivir a un ritmo muy rápido puede tener efectos secundarios muy graves para la salud mental y empiezan a reconsiderar cómo gestionan el tiempo del que disponen y, de esta forma, acaban recordando que es posible llevar una vida más equilibrada. Como alguna vez vivieron.
De ahí surgió el JOMO (alegría de perderse) que se opone al FOMO (miedo a perderse algo), demostrando que también hay satisfacción en no estar al día todo el tiempo de todo lo que está sucediendo. Esto no significa que las herramientas que hicieron posible este ritmo más rápido perderán su relevancia. Creemos firmemente que llegaron para quedarse e incluso aquellos que buscan una vida más equilibrada no renunciarán a la comodidad que nos ha garantizado la tecnología.
Lo que creemos, nuevamente, es que debe haber un equilibrio en estas fuerzas, con personas que maduren la relación con estas herramientas y comiencen a controlar mejor cómo organizan su tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario