OBSTÁCULOS A LA RETROALIMENTACIÓN

 

OBSTÁCULOS PARA LA RETROALIMENTACIÓN

El principio de retroalimentación se inventó para explotar el potencial de l@s emplead@s  y así aumentar la productividad y la rentabilidad de la empresa. Sin embargo, es difícil de implementar por muchas razones.


El miedo del empleador

Un empleado o empleada puede creer fácilmente que la dirección está mostrando malevolencia o crueldad cuando le informa de un problema, generalmente no es consciente de las ansiedades y presiones que sufre el que está detrás de escena. Si dirección es brusca, es porque su empresa está pasando por un año difícil en particular y proyectos importantes se han visto comprometidos por parte de ciertos emplead@s. La persona que se supone que debe comentar sobre nuestro desempeño está bajo estrés y, por lo tanto, no necesariamente puede actuar como un padre ideal, dotado de infinita indulgencia, generosidad y paciencia.

La actitud defensiva

A menudo nos cuesta aceptar las críticas, ya sea sobre metas no alcanzadas, errores que cometemos o fallos que debemos corregir de alguna manera. Nos apresuramos a confundir circunstancia (la presentación de un informe, la gestión de una negociación, etc.) y esencia (la vida y el carácter de una persona). Nos sentimos, pues, perseguidos, perturbados y profundamente heridos por lo que en realidad debería entenderse como detalles concretos. Los comentarios agudos no nos ayudarán a superar nuestra sensibilidad y susceptibilidad.

La retroalimentación aún no es la norma

La rutina y lo que se da por hecho nos ayudan a afrontar situaciones difíciles. Si se espera que las personas expresen lo que ven como un problema, y ​​esta práctica se vuelve común, las reacciones negativas a los comentarios serán menos intensas. No te sentirás rar@ o indebidamente atacad@ si alguien, en el momento adecuado, te dice: “Está bien, has cometido cinco errores… ¿Y sabes qué? Le pasa a todo el mundo, igual lo hablaremos en la reunión”. Pero, por ahora, la retroalimentación todavía se siente opresiva y arbitraria.

Siempre hay una evidente falta de formación.

¡El cerebro humano es una entidad compleja y extraña! Tratar de ajustar la visión o los hábitos de alguien es un poco como una cirugía, excepto que las dificultades en esta área se han reconocido durante mucho tiempo. La cirugía de cataratas, por ejemplo, está reservada para expertos altamente capacitados que trabajan en un entorno cuidadosamente diseñado. Mientras tanto, los negocios convencionales confían la no menos delicada e importante tarea de captar los pensamientos de una persona y cambiar su carácter a gerentes que solo pueden presumir de haber leído un artículo de periódico o dos y, en el mejor de los casos, de haber asistido  un día o un par de ellos a un  seminario organizado como especializado.

El poco esfuerzo invertido es realmente sorprendente, las empresas  no se toman en serio los problemas psicológicos, las plantillas experimentadas hablan poco sobre las formas de mejorar estos rendimientos.

Hemos aceptado ampliamente la idea de que el trabajo sirve para adquirir habilidades. Sin embargo, apenas comenzamos a comprender que una de las habilidades, quizás la más crucial, que se desarrolla en el trabajo es la educación emocional, es en sí misma  un vector de madurez.

El trabajo nos pone a prueba a todos, más que nuestras habilidades técnicas, evalúa nuestra capacidad para enfrentar las dificultades psicológicas con mayor o menor confianza, aceptar el fracaso, satisfacer generosamente las necesidades de los demás, conocer nuestros límites y apreciar nuestras fortalezas con discernimiento. Estos activos no se limitan al ámbito profesional, son el cemento de relaciones sociales sanas, paternidad ó maternidad exitosa y madurez cívica. 

Una cuestión de escepticismo

Las empresas siempre tendrán una gran cantidad de personas que se muestran escépticas ante cualquier cosa que no tenga como objetivo inmediato vender más productos o reducir costos. Hay una idea de lo que es ser serio en los negocios que milita en contra de un enfoque psicológico y que, en nombre del rigor y la madurez financiera, se niega a reconocer como legítima la formación psicológica.

Manejar la dificultad psicológica requiere reconocer los síntomas, sondear la verdadera naturaleza de los problemas e identificar las causas. Simplemente exponer una percepción general y fiel durante una gran ocasión (la revisión anual) y luego esperar una transformación no será la solución. De hecho, los problemas a menudo se encarnan en los hábitos, pero cambiar los hábitos requiere una estrategia diferente: la calma, la confianza y una mayor paciencia deberán reinar en la empresa.

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