COMO NOS PUEDE AYUDAR CONOCER LA ORATORIA
LA ORATORIA NOS ABRE MUCHAS PUERTAS
Un hombre de fuerza e inteligencia extraordinaria puede no ser más que un cero en la sociedad si no sabe hablar (William Channing).
La
oratoria es el arte de hablar elocuentemente, de persuadir y mover el
ánimo mediante la palabra. Timón, un antiguo autor griego, dijo que la
elocuencia es la habilidad de conmover y convencer. Aquí usamos el
término oratoria en su acepción y uso más amplio, no meramente el de
hablar ante grandes auditorios, sino estableciéndolo como sinónimo de
expresión oral de una persona.
La importancia de la oratoria
Entre
los grandes jefes que condujeron pueblos o dejaron su impronta en la
historia de la humanidad, ha habido algunos ciegos y algunos sordos;
pero nunca un mudo. Saber algo no es idéntico a saber decirlo. Esta es
la importancia de la comunicación oral.
En
los negocios o cualquier otra actividad de interrelación, la forma en
que hablemos, en que nos comuniquemos, será el patrón por el cual se nos
juzgará, se nos aceptará o rechazará.
Hablar
con orden, con claridad, con entusiasmo, con persuasión; en resumidas
cuentas, con eficacia, no es un lujo sino una necesidad. El 90% de
nuestra vida de relación consiste en hablar o escuchar; sólo el 10% en
leer o escribir
Si
la imagen que usted quiere dar de sí mismo/a es la de una persona
que sabe adónde va, que tiene una actitud positiva hacia la vida, ideas
dinámicas y don de gentes, el lenguaje es el principal instrumento que
deberá utilizar para transmitir esa imagen a quienes le rodean.
Otro
aspecto importante de la oratoria es que también hay que saber hablar
para ser escuchado. Lo notable es que el hecho de tener que hablar ante
extraños, o en una simple reunión de trabajo, no parece ser una tarea
sencilla, a la que la mayoría de las personas considere como fácil.
En
una encuesta realizada en los Estados Unidos, investigando las diez
cosas que más temor le producen a la gente, se obtuvo el siguiente
resultado (en orden ascendente): los perros, la soledad, el avión, la
muerte, la enfermedad, las aguas profundas, los problemas económicos,
los insectos, las sabandijas, las alturas y, el primero de la lista,
hablar en público.
El buen discurso es un medio de servicio para los semejantes, y es una tarea ardua. Hay
que reconocer que quien dice un discurso asume una gran
responsabilidad. Al margen de otros aspectos, conviene tener presente
que una perorata de 30 minutos ante 200 personas desperdicia sólo 30
minutos del tiempo del orador; en cambio, arruina 100 horas de sus
oyentes –o sea, más de cuatro días–, lo cual debería generar más
responsabilidad que la que usualmente se advierte.
Tres clases de discursos
Se considera que hay tres tipos diferentes de discursos, según su finalidad:
... y tres clases de oradores
Hay
tres clases de oradores: aquellos a quienes se escucha; aquellos a
quienes no se puede escuchar; y aquellos a quienes no se puede dejar
escuchar.
Las tres partes básicas de un discurso
Dramatizar lo que se comunica
Dramatizar
algo es darle acción. Y eso puede hacerse de distintos modos. Se puede
dramatizar mediante el uso de un diálogo, imaginario o real (con el
público o un interlocutor). También haciendo una cita de alguna figura
muy famosa, o efectuando una narración, o dando un ejemplo personal,
mostrando un objeto, formulando una pregunta impresionante, o realizando
una afirmación sorprendente...
La dramatización, como otros recursos, está dirigida a despertar la curiosidad del público.
Características de la voz
El modo de hablar
El
modo de hablar incluye el tono, la enunciación, la pronunciación, el
volumen y la corrección de las palabras que se usan. También influyen el
aplomo con el que hablamos, el control que tenemos de nuestros
ademanes, y el contacto ocular que mantenemos con los interlocutores o
el público.
La preparación
“Todo discurso bien preparado está ya pronunciado en sus nueve décimas partes” (Dale Carnegie)
Si se quiere hablar bien hay que pagar el precio debido. Hay que trabajar, pensar y practicar.
Nadie ha encontrado nunca un sustituto satisfactorio para la inteligencia, ni para la preparación.
“Si
tengo que dirigir un discurso de dos horas, empleo diez minutos en su
preparación. Si se trata de un discurso de diez minutos, entonces me
lleva dos horas...”. Así se expresaba Winston Churchill.
Además
del qué se dirá, es enorme la importancia del cómo habrá de decirse. Y
aquí interviene lo más importante que es de obligado cumplimiento en un diálogo o
un discurso: el arte de interesar. En la preparación de una clase o
discurso hay que dar mucho más tiempo a buscar medios de suscitar el
interés que el que se dio al estudio del tema.
La
buena preparación también aumenta la claridad de nuestro pensamiento y
de nuestra expresión. Recordemos el viejo refrán que dice: “Si la
fuente nace turbia, no irán claros los arroyos”.
Las pausas
Considerar
el uso de la pausa como un arma de gran importancia en el arsenal que
representa el dominio del ritmo. El espacio entre palabras, frases o
pensamientos, no se debe “emborronar” con sonidos tan desagradables como
"eee...". Utilizar "eee..." o "mmm...", es humano; pero utilizar la
pausa, desnuda de todo sonido, es divino.
El
elemento más difícil, de mayor utilidad y menos apreciado en el arte de
la oratoria, es el silencio. La pausa correctamente medida, demuestra
confianza y reflexión. A la inversa: los presentadores de cualquier
medio que se despachan con demasiada velocidad, llegarán los últimos.
Las pausas son un excelente recurso para enfatizar. Permiten también mantener y controlar la atención.
Algunos consejos a tener en cuenta
Hacer pensar y hacer sentir
Todos
nosotros emitimos una aureola, aura o halo, impregnado con la verdadera
esencia nuestra; las personas sensibles lo conocen; también lo producen
nuestros perros y otros animales domésticos. Algunos de nosotros somos
magnéticos, otros no. Algunos de nosotros somos ardorosos, activos,
atractivos, inspiramos amor y amistad, mientras otros son fríos,
razonadores, intelectuales, pero no magnéticos.
Que un hombre sabio de
este último tipo se dirija al público y éste no tardará en cansarse de
su discurso intelectual, y manifestará síntomas de sueño. Les hablará,
pero no los interesará; los hará pensar, pero no sentir, y pensar es lo
más fastidioso para la mayoría de las personas, y pocos son los oradores
que triunfan haciendo pensar únicamente a las personas, pues lo que
necesitan es que los hagan sentir.
La
gente paga con liberalidad a los que les hacen sentir o reír, mientras
que es avara con quien, aunque sea para instruirla, la hace pensar.
Si ponemos frente a un sabio del tipo mencionado a un hombre de mediana cultura,
pero amable, dulce y meloso, sin la décima parte de la lógica y
erudición del otro; sin embargo éste se adueñará con facilidad de su
auditorio y todos esperarán con avidez a que broten las palabras de sus
labios. Las razones son claras y palpables. Es el corazón contra la
cabeza; el alma contra la lógica; y el alma es lo que siempre
prevalecerá.
Exprésese siempre en forma positiva
El
Dr. Herbert Clark, psicólogo de la Universidad John Hopkins, hizo el
sorprendente descubrimiento de que a una persona común le lleva un 48
por ciento más de tiempo comprender una frase en forma negativa que en
forma positiva. Por lo tanto, se confirma científicamente algo que se
sabía en forma empírica: la más eficaz comunicación consiste en hacer
afirmaciones positivas.
Visto
esto, comenzar una exposición siempre con frases positivas. Y si es
necesario dar un mensaje negativo a una persona, para amortiguar su
impacto rodearlo con frases positivas.
El valor del silencio
Un escritor chino, Kung Tingan, dijo: "El sabio no habla, los talentosos hablan, y los estúpidos discuten".
“Nadie predica mejor sermón que la hormiga, que nada dice” (Benjamin Franklin).
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