lLA IMPORTANCIA DE AUMENTAR NUESTRA TOLERANCIA
¿CUANTO TOLERAS?
Lo que es ideal para mí, puede no serlo para ti y viceversa
¿Te ha pasado que te irrita lo que otros hacen? ¿Que otro te molesta y
crea frustraciones porque sus palabras o actos no están en sintonía con
lo que tú dirías o de la forma en que tú actuarías? Tolerancia se
entiende y se define como: respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás, aun cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Se aprende mucho de la tolerancia viajando por Asia. En la India, como siempre es un torbellino de gente que invade las
calles y recovecos, es inevitable chocar con alguien –o que alguien
choque contigo– mientras caminas y, sin embargo, rara vez alguien se da
vuelta a pedirte disculpas, quizás porque quien es avasallado no lo ve
como una ofensa. En Tailandia la gente no toca la bocina cuando conduce,
siempre cede el paso a un motociclista o a otro vehículo y luego sigue
su camino sin mayor alboroto. En Indonesia cristianos,
musulmanes e hindúes conviven compartiendo pacíficamente. Son
países muy diferentes y la forma de “tolerar” varía entre ellos, pero
todas sus manifestaciones tienen algo en común: el respeto por otras personas, creencias y formas de actuar, lo que es también extensible al respeto a los animales y a la propiedad privada.
Tu propia tolerancia se pone a prueba, en India por ejemplo, una
desagradable manía que tienen es pasar todo el día carraspeando flema y
escupiéndola a tu lado, a veces parece ¡qué lo hacen a propósito! Pero
lo que ocurre es que para ellos es purificación del cuerpo y lo viven
como algo natural, normal y necesario para mantenerse saludables.
¿Y en Bali? No existe eso de “Vida Privada”. En
cualquier momento tu vecino se pasea por el jardín de tu casa sin previo
aviso, te pille como te pille, a cualquier hora. Turistas se llevan un buen susto cuando se levantan a las 7 a.m. y se encuentran al frente de su puerta a una persona que vive en la casa de al lado, sonrió y se fue. Su
madre pasaba para poner las ofrendas varias veces al día, o el
jardinero, o el vecino que se queda mirando desde el arrozal. Eso sí,
casi siempre con sonrisas radiantes de oreja a oreja, las sonrisas de
Bali… Maravillosas…Aun así, para con nuestra mente occidental, donde
protegemos tanto la intimidad, ser tolerante con esto y aceptarlo, es lo
que más nos cuesta.
Ser tolerante implica, de cierta forma, desapegarse de nociones preconcebidas que podamos tener respecto a que lo que nos rodea es mejor,
o más importante que lo que rodea o le pasa a otra gente. Cabe
preguntarse, ¿por qué nos mantenemos tan firmes en nuestras ideas de lo
que está bien y lo que no, de lo que es correcto y lo que no? Parece que
nos da miedo ser tolerantes…He visto como muchas personas piensan que
es como consentir, como decir que el otro tiene razón y nosotros no...
A todos nos ha pasado, pero no es así, realmente al ser
tolerantes vemos al otro, le respetamos, no significa que compartamos su forma de ver, pensar o actuar, ni siquiera que nos tenga que
gustar la persona o que tengamos que pasar tiempo con ella, sino
sencillamente que le permitimos ser, ver, pensar, sentir o actuar A SU
MANERA, a su ritmo, en este camino de la vida, con amor, o al menos con
respeto, sin juicios. Hacer eso, sin sentir amenazada nuestra identidad
es una grandeza del espíritu que te animo a practicar más y más a
menudo.
¿Y si vemos sufrir a otra persona por una pérdida del tipo que sea?,
¿Somos capaces de comprenderla y ser compasivos con su sufrimiento
aunque no lo vivamos en nosotros? Ser tolerante es una forma de empatía, sí, implica ponerse en los zapatos de otros y saber que, si fuésemos nosotros quien estuviésemos en su lugar, la estaríamos pasando mal.
Lo que es ideal para mí, puede no serlo para ti y viceversa
Por el simple hecho de que todos los seres en esta Tierra buscan su
felicidad –desde el perro callejero que busca alimento en los basureros,
hasta nosotros mismos en nuestro anhelo de autorrealización en el plano
personal, familiar, profesional o espiritual–, ser tolerante es una forma de ayudar a otras personas (queridas, conocidas o desconocidas) para que alcancen esa felicidad, así como de ayudarnos a nosotros mismos.
Si te dijera que la próxima vez que se dé una situación donde tengas
la oportunidad de ser más tolerante, lo practiques y eso te hará más
feliz, ¿qué dirías? Lo cierto es que la intolerancia genera un efecto dominó de sensaciones
–y posibles actos negativos– que, al primero que resta felicidad, es a
uno mismo. Esto se debe a que, al no ser capaces de respetar el sistema
de creencias, forma de comunicarse o de interactuar de otra gente, somos nosotros quienes nos ofuscamos, quienes nos sentimos mal y quienes hasta nos enfermamos (está probado científicamente).
El estudio “Controla la ira para una vida saludable”, publicado por la
Universidad de Nebraska-Lincoln (Estados Unidos), revela que enfadarnos
conlleva efectos tanto físicos como psicológicos: “Cuando te enojas, tu
cuerpo secreta hormonas de estrés (adrenalina y cortisol) a la sangre,
éstas pueden acelerar el ritmo cardíaco y la presión, lo cual puede
dañar las arterias y apresurar el desarrollo de arteriosclerosis. La rabia puede suprimir tu sistema inmune haciéndote más susceptible de enfermar y debilitar tu corazón, lo cual conlleva a sentir dolor en el pecho o, incluso, ataques cardíacos”.
Ésta es una invitación a que la próxima vez que tengas la opción de
ser más o menos tolerante, elijas tener una mejor salud y sonrías o, al
menos, que no te enfades. Una muy buena forma de aprender a tolerar es
viajando más, descubriendo y conociendo realidades diferentes a aquellas
a las que estamos acostumbrados; entendiendo que nuestra forma de ver
las cosas no es necesariamente la “correcta” para todos; conversando con
otras personas y observando…
Pero, siempre, con ecuanimidad. Y, por qué
no, también nos puede servir adoptar un nuevo lenguaje que mentalmente
nos permita ser más flexibles frente a cualquier situación desfavorable
que se nos presente, tal como lo hacen en Asia. En la India dirían “no
problem”; en Tailandia, “mae pen rai” y en Indonesia, “nggak apa-apa”.
Si algo se aprende de estas culturas milenarias es el poder de estas
frases que manifiestan todas lo mismo: “no hay problema”.
Como de tolerante eres con tus compañeros de trabajo, con tus hijos y pareja, con las personas que te encuentras en la calle… Es hora de detenerte y reflexionar
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