DAR Y RECIBIR FEED BACK. LA VENTANA DE JOHARI (II)

LA VENTANA DE JOHARI (II)

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Principios para la obtención de feed back 

Al iniciar nuestra participación en un grupo, comunicamos todo tipo de informaciones de las que no somos conscientes, pero que son captadas por las otras personas.
Tales informaciones pueden reflejar la forma de expresión de nuestra manera de ser, de nuestro modo de hablar o del estilo que adoptamos en nuestra relación con los demás.

Dado que el segundo cuadrante de la «Ventana de Johari» contiene informaciones que los
integrantes del grupo conocen respecto de nosotros, pero de las que nosotros no somos conscientes, el único medio de aumentar nuestra concienciación de tales informaciones consistirá en obtener feed back del grupo.

Consiguientemente, necesitamos desarrollar una actitud de receptividad tal que incite a los miembros del grupo a darnos «feedback».

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Es preciso, pues, poseer capacidad de recibir «feedback»; y para que éste sea eficaz, es necesario que sea:

1. Aplicable. Que vaya dirigido a un comportamiento susceptible de ser modificado mediante
el reconocimiento del punto en que se produce el fallo y mediante el esfuerzo personal tendente a corregir la «desviación».

Por ejemplo: «No me gusta tu manera de hablar» es un «feedback» inútil que no beneficia en absoluto la comunicación, dado que la información que contiene no es aplicable por el receptor.

No contiene referencias para evaluar el comportamiento defectuoso.

 Cuando señalamos alguna limitación sobre la que la persona no posee control alguno, sólo conseguimos aumentar su frustración.  Si, por el contrario, decimos: «Estás hablando (o tienes la costumbre de hablar) demasiado alto, y resulta desagradable», entonces el mensaje si contiene unos datos concretos que pueden ser examinados por el receptor, con lo cual estará en condiciones de aplicar el «feedback».

2. Neutro. El «feedback» ha de ser más descriptivo que valorativo. Este criterio es contrario a
dos características muy comunes y que, por lo general, agravan el problema de la relación y del propio «feedback».

La primera de ellas es el tono de censura, reprobación o valoración negativa y personalizada que el «feedback» comporta en ocasiones: «Tienes manía de hablar con afectación» («feedback» valorativo personalizado); «Esta parte del documento es un tanto rebuscada; hay que buscar un lenguaje más directo» («feedback» valorativo neutro, es decir, no personalizado).

 Evitando el uso del lenguaje valorativo se reduce la necesidad de
que la otra persona reaccione de manera defensiva.

 La otra característica contraria a la neutralidad es lo que podríamos llamar «interpretacionitis». En este caso, en lugar de limitarse a registrar el hecho, el comunicador se empeña en anticipar sus «posibles» causas:

«Has llegado tarde; seguro que ha sido porque...» («feedback» interpretativo); el «feedback»
neutro sería: «Has llegado tarde; ¿has tenido algún problema?».

 Para que produzca resultados positivos, el «feedback» ha de estar libre de componentes (opiniones, interpretaciones, juicios de valor...) añadidos a la realidad fáctica.

 Lo primero que hay que
considerar son los hechos, porque «contra los hechos no valen argumentos». Los hechos son puntos de referencia definidos, realidades a las que es posible recurrir por estar marcadas por el tiempo, por las circunstancias históricas y por las personas

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3. Oportuno. Saber cuándo hay que ofrecer «feedback» es tan importante como saber el modo
de hacerlo. Debe ofrecerse en el momento oportuno.
  
Es preciso ser consciente de cuál es el mejor momento y de cuándo va a ser más constructivo; y de si debe ofrecerse en privado o en el grupo.

Por lo general, resulta mucho más efectivo cuando se ofrece inmediatamente
después de haberse producido el hecho o la conducta en cuestión. Cuando algo no marcha
bien, lo mejor es poner las cartas sobre la mesa, «abrir el juego», a fin de poder devolver a la relación su anterior equilibrio funcional y emocional.

 Nada más pertinente al respecto que las palabras de San Pablo a los Efesios: «Si os enfadáis, no lleguéis a pecar; que cuando se ponga el sol no os sorprenda enojados».

Puede ocurrir, por lo demás, que el comunicador no esté en condiciones psicológicas de mantener un diálogo sereno, por problemas personales o del tipo que seaEntonces, probablemente sea más prudente esperar a recuperar la serenidad personal interior, al objeto de que el «feedback» sea especialmente beneficioso. 

El criterio de la oportunidad reside justamente en la capacidad del comunicador para discernir si tanto él como el receptor están en ese momento en condiciones favorables para que el «feedback» produzca un efecto positivo.
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4. Solicitado. El «feedback», más que impuesto, debe ser solicitado. Será mucho más útil y
efectivo si la propia persona interesada ha formulado la pregunta que permita al observador hacer una observación.
Dicha pregunta, o comunicación, tanto puede ser verbal como no verbal, dado que con nuestra conducta podemos comunicar a quienes nos rodean si estamos interesados en que se nos ofrezca esta clase de ayuda.

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5. Objetivo. Esta cualidad se refiere a diversas características. Para que sea beneficioso, el
«feedback» debe reunir necesariamente las siguientes condiciones:
  • claridad en el mensaje
  • focalización en el problema
  • utilización de ejemplos
 Hay que evitar a todo trance los rodeos y las evasivas.

Observaciones del tipo de "Tal vez sería bueno que dejaras a Fulano ese informe para que le eche una ojeada... El es un lince para estas cosas..."
dejan mucho que desear.

Muy diferente es decir algo así: «Este informe que has redactado necesita ser
revisado en las partes X, Y y Z; tú mismo podrías hacerlo perfectamente».

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6. Directo. El «feedback» ha de ser ofrecido personal y directamente. Esto es indispensable,
sobre todo cuando la naturaleza del «feedback» es negativa (de reprobación o de desagrado).

El «feedback» negativo puede tener el más positivo de los efectos si es adecuadamente transmitido. Pero resulta fatal para la relación entre dos personas la recepción de un
«feedback» negativo por medio de un tercero.
En este caso, lo que podría haber sido utilizado en beneficio de la estabilidad de unas relaciones, pasa a destruir éstas por no haberse dado una auténtica comunicación.

                        
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7. Específico. Este criterio se opone a la noción del «feedback» generalizado, en el que el contenido del mensaje es difuso y pierde su fuerza y su significado

Cuando el «feedback» es abstracto, puede acarrear un resultado negativo, porque el receptor no dispone de informaciones suficientes para comprenderlo y utilizarlo.
Por ejemplo, cuando un compañero de trabajo dice a otro que le considera una persona escasamente adaptada, el «feedback» se reduce a una simple declaración sin resultados significativos.

Si el mismo compañero hubiera detallado el contenido del mensaje, probablemente las consecuencias serían más positivas. Supongamos que, en lugar de haber tachado de inadaptado a su compañero, le hubiera dicho:

 «No es ésta la primera vez que te comportas así en nuestras reuniones; tu actitud suele ser no participativa y como de aislamiento. En nuestra última reunión te desentiste de la decisión, y ello ha perjudicado al postrior quehacer del equipo>>.

A partir de estos datos, el receptor estaría en condiciones de auto-evaluar su actuación y revisar su actitud de distanciamiento.


8. Comprobado. Debe comprobarse el «feedback» para garantizar una buena comunicación.
Una forma de hacerlo consiste en pedir a la persona que recibe nuestras reacciones que
repita con sus propias palabras lo que le hemos comunicado, comprobando de este modo que el mensaje ha sido recibido.
el mensaje ha sido recibido.


En suma, el «feedback» es una forma de ofrecer ayuda; y es también un mecanismo
correctivo para aquella persona que quiere saber qué grado de afinidad hay entre su conducta y sus intenciones.

En el proceso de recibir «feedback», lo verdaderamente importante es ser un buen oyente.

CAPACIDAD DE ESCUCHA
 
Un filósofo chino hace la siguiente observación: «El buen oyente cosecha, mientras que el que habla siembra». 

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Sea como sea, hasta hace muy poco tiempo se prestaba escasa atención a la capacidad de escucha.

Un exagerado énfasis en la habilidad expresiva había llevado a la mayoría de las personas a subestimar la importancia de la capacidad de escucha en sus actividades cotidianas de comunicación. 

Un renombrado psicólogo dijo que deberíamos mirar a cada persona como si ésta llevara
colgado del cuello un cartel en el que se dijera: «Quiero sentirme importante». 

Evidentemente, todos queremos sentirnos importantes. A nadie le gusta ser tratado como si careciera de importancia. Y todos queremos, además, que dicha importancia sea reconocida.
La experiencia misma nos enseña que, si las personas son tratadas como tales, se sienten  felices y procuran hacer y producir más. Y quien se sabe escuchado se siente gratificado



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Se oye cuatro o cinco veces más deprisa de lo que se habla. Las personas pueden hablar entre 90 y 120 palabras por minuto, mientras que en ese mismo tiempo pueden oír entre 450 y 600 palabras.
Es decir: existe un tiempo diferencial entre la velocidad del pensamiento para poder pensar, para reflexionar sobre el contenido y para buscar su significado.

Algunos autores ofrecen una serie de principios en orden a perfeccionar las habilidades
que son esenciales para saber oír:

1. Procure tener un objetivo al oír.
2. Suspenda todo juicio inicial.
3 Procure centrarse en el interlocutor, resistiéndose a todo tipo de distracciones.
4. Procure repetir lo que el interlocutor está diciendo.
5. Espere antes de responder.
6. Procure reformular con sus propias palabras el contenido de lo que dice su interlocutor
y la pasión con que lo dice
7. Procure percibir el núcleo de lo que oye a través de las palabras.
8. Haga uso del tiempo diferencial para pensar y responder


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