EL ARTE DE CONVERSAR. LA ACTITUD DEL CUERPO TAMBIEN HABLA (IV)
EL ROSTRO LO DICE TODO
Cuando nuestros ojos no quieren recibir impresiones ninguna, sino reposar o dormir, los cerramos. Con ese movimiento de los ojos, interruptimos el contacto con el mundo exterior. Cuando nos sentimos relajados y el contacto con el mundo exterior se reduce a un mínimo, nuestros párpados superiores caen y cierran parcialmente los ojos. Cuando vemos así a un interlocutor, esa posición le traiciona, quizás se encuentre agotado o, lo que es peor, aburrido.
Del estudio del lenguaje de la mímica se ha hecho una ciencia especial. El antropólogo Ray L. Birdwhistel la ha desarrollado notablemente y la ha llamado CINÉSICA. Realizó y registró multiples observaciones y registros.
Se distinguen unas 23 posiciones de las cejas; siendo los varones los que más las utilizan; en una alocución rara vez se logra prescindir de lo que se está oyendo durante más de medio minuto para atender únicamente al gesto y a la mímica..
Flora Davis (psicóloga americana especializada en el lenguaje de los gestos y los signos no verbales) escribe: "Cada pueblo tiene su mímica expresiva y los niños aprenden de la madre sus diversos matices. Un francés no sólo habla francés, sino que tiene una gesticulación particular. Un inglés cruza las piernas de modo muy distinto a un americano. También es típico como pone un americano fín a una disertación. Al hacerlo, inclina la cabeza y baja los párpados. En cambio cuando hace una pregunta, el americano levanta una mano, ladea la cabeza y arquea las cejas. Si habla en futuro, inclina el cuerpo hacia delante. La gesticulación lleva una coloración personal en que son determinantes el sexo, la clase social y el estilo individual pero en conjunto se atiene a los usos y hábitos de su sociedad idiomática"
Uno de los medios más expresivos de la mímica son los ojos: los americanos por ejemplo tienen una idea sobre cómo y por cuanto tiempo hay que sostener la mirada del interlocutor. Generalmente dirigen la mirada a su interlocutor apenas durante un segundo; luego separan sus miradas. Si se mantiene fija la mirada por más tiempo, es decir, con más intensidad surgen emociones que provocan una intimidad más grande, desaconsejable si la situación no lo justifica.
El psicólogo Herman Streble ha estudiado con profundidad los modos mímicos. La expresión del rostro, así dice él, está en íntima depedencia sobre todo con los órganos de los sentidos que están localizados en el rostro. Los ojos tienen una amplísima gama de posibilidades expresivas: todas ellas corresponden a una disposición interior del que habla. Por ejemplo los ojos totalmente abiertos o los párpados exageradamente separados, que suponen tensión.
Los turistas con frecuencia se encuentran nos encontramos indefensos ante la manera de mirar de otros pueblos. Flora Davis (nombrada anteriormente), cuenta que en Tel- Aviv que la gente le miraba de arriba a abajo y se preguntaba si iba sin peinar o no estaba debidamente abrochada; un conocido suyo le explicó que los israelitas no encontraban extraño mirar a las personas sin descaro por las calles.
En América, en cambio, pertenece a las buenas maneras, el mirar a las personas de pasada y con el mayor comedimiento. La mirada no debe decir más "que te he visto". En algunas regiones de Asia Oriental, es una descortesía mirar al interlocutor durante la conversación; en Inglaterra en cambio, el interlocutor cortés mira atentamente al que habla para dar a entender su interés.
También la boca expresa algo más que las solas palabras y frases que pronuncio. En ella, Streble distingue las más diversas formas de expresión, por ejemplo, la reacción amarga y ácida. Cuando uno paladea algo amargo siente repugnancia, reacciona con movimientos de mandíbula y labios con que trata de librarse del sabor amargo. Las comisuras de los labios se retraen. Parecida actitud adopta la boca cuando nos afecta algún acontecimiento amargo, sea un dolor corporal o un disgusto anímico. Las personas de voluntad débil y las naturalezas frágiles fácilmente reaccionan así.
Parecida pero agresiva en cierto modo, es la reacción ácida. Es conocida la expresión: "ha reaccionado agriamente". Se contrae la boca ante el ingrato sabor, tratando de neutralizarlo con fuertes expiraciones.
La reacción "dulce" es la antagónica de las anteriores. También es interesante el gesto de la boca "indecisa". Por ejemplo, cuando un niño duda si reír o llorar, abre algo la boca. Los labios se mueven algo, pero se quedan indecisos. Es una actitud que lo mismo puede acabar en risas que en lloros.
"Muchas veces la mímica y el gesto traicionan la mentira de nuestras palabras". Freud escribe que no podemos ocultar algunas cosas aunque no las digamos abiertamente. Cuando callan los labios, igual hablan los dedos. Por todos los poros de nuestro cuerpo transpira la verdad. Unos labios apretados traicionan más reserva y retención que lo que pueda deducirse de una conversación lacónica. Las comisurás retraídas reflejan disciplencia o desprecio aún antes de decir una palabra. La sonrisa distendida comunica más alegría y regocijo que palabras amistosas.
Para terminar, una observación: " En ocasiones es la misma constitución toda la que dificulta nuestros movimientos expresivos. Lichtenberg dice en uno de sus aforismos: " Hay personas que tienen un rostro tan rellenito que ocultan su risa bajo la capa de grasa, mientras que los delgaditos, que llevan el alama a flor de piel, hablan un lenguaje que no sabe mentir"
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