Defiende tus ideas: Las artes marciales aplicadas a la palabra
Las artes marciales proporcionan a quien las conoce seguridad en sí mismo. A diferencia de los que muchos piensan, quienes practican asiduamente deportes de autodefensa no son personas violentas. Al contrario, suelen ser gente respetuosa con los demás, y sólo aplican sus conocimientos en situaciones que en las que se ven amenazados. Aún entonces, cuidan de dar respuesta proporcional a la situación. No andan partiendo brazos y piernas por una discusión sobre su equipo favorito. Saben discernir cuando comienza a haber un peligro real y cuando no. Saben valorar a los contrarios en su justa medida y están preparados para actuar cuando la ocasión verdaderamente lo requiera.
Ocurre lo mismo con la autodefensa verbal. No se trata de aplastar a cualquiera que se nos enfrente, aunque dominemos las técnicas adecuadas. Tampoco se trata de imponer siempre nuestra opinión por encima de todo o salirnos siempre con la nuestra. Esta actitud poco sociable sólo no valdrá para buscar enemigos innecesarios. Hay que saber escuchar. Sobre todo a aquellas personas que no pretenden establecer dogmas inamovibles, sino compartir idas y encontrar soluciones. Actuar de este modo nos permitirá enriquecernos interiormente a la vez que se edifica una imagen de tolerancia y respeto por los demás. No obstante hay que reconocer cuando se está intentando abusar o cuando está comenzando una situación de ataque.
Así que vamos a sentar una serie de principios que nos ayudarán a cumplir nuestros objetivos:
Conocer cuando nos encontramos ante una situación peligrosa: No se trata de de tomar una actitud de expectativa continua, pero al tomar consciencia de lo que son los prolegómenos de una situación de agresión, podremos tomar las medidas oportunas.
Saber a que tipo de ataque nos enfrentamos: Debemos aprender a juzgar y a reconocer las armas se nuestro oponente, sus fortalezas y sus técnicas. En ocasiones, las evidencias más notables no son indicadores fiables
Que nuestra defensa sea proporcional a su ataque: La respuesta a cualquier incursión verbal debe ser proporcionada al nivel de intensidad. No se trata sólo de una cuestión de economizar energías; es importante ser éticos y no sacar las cosas de cauces. No hay que matar mosquitos a cañonazos.
No hay que dejarse intimidar: No se trata solo de encontrar la respuesta adecuada, hay que estar dispuesto a expresarla sin temor y con claridad. Si la situación de poder jerárquico no es la misma, el simple hecho de ostentar una situación superior en una organización les concede un poder psicológico de autoridad y dominio; en estos casos hay que recordarse que estamos tratando con personas tan normales como nosotros aunque seguramente posea conocimientos que nosotros no tenemos, pero nosotros tenemos también nuestras experiencias que esa persona igual no ha tenido jamás. Y lo más importante es que siempre que mantengamos la compostura y la corrección podremos responder a cualquier comentario intimidatorio con la confianza de que estamos defendiendo nuestras ideas sin temor al ridículo.
Puede que nos encontremos a personas que tienen un gran dominio de la lengua, que utilizan frases rebuscadas y giros complejos; aunque no tengamos el mismo dominio expresivo si mantenemos nuestras idas claras podremos mantenernos a la altura de la situación. Pocas palabras bien dichas y en el momento oportuno tienen más fuerza que un gran aluvión de frases vacías. La sencillez nunca desmerece a nadie.
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