ESTRATEGIAS DE INVIERNO
Buena parte de nuestros kilos invernales se los debemos a nuestro total y absoluto rechazo del frío, a ese desvalimiento mezclado de rutina y agobio ciudadano que nos invade en tiempos fríos.
¿Resultado? Nos dejamos llevar, sin ofrecer resistencia, por el confortable desaliento que nos invade el corazón. Nos refugiamos en la cálida intimidad de la salita, la placa al máximo, la tele al fondo, tres jerseys por cabeza y bata hasta los pies. Nuestra imaginación no va mucho más allá del mimo casero, la sopa caliente y el balcón bien cerrado. En fín, adoptamos una actitud catastrofista con la que no vivimos, sino sobrevivimos al invierno. Y eso, desgraciadamente, se traduce en kilos.
A ver si comprendiendo que es lo que pasa dentro de nuestro cuerpo, podemos ponerle freno a este desenfreno de manta, sopa y tele.
La dinámica del adelgazar es muy parecida a la del ahorro. Se trata de llevar las cuentas de la abuela, pero al revés: en lugar de acumular, gastar poquito a poco. Nuestro peso es el resultado del equilibrio entre los aportes calóricos a nuestro organismo y su consumo energético, o sea que si nuestro peso actual no nos convence, hay que lograr que los "gastos" sean superiores a las "ganancias".
Para conseguir desequilibrar la balanza a nuestro favor, nada es secundario. Al contrario, lo esencial es la suma de todos los detalles. Esa es la razón por la que normalmente engordamos en invierno: todos y cada uno de nuestros "gestos" antifríos -la bata, la depre y la tele- se convierten en un pequeño aporte de calorías que sumando y sumando, al despertar la primavera nos enfrentan a una imagen poco halagueña de nosotros mismos. ¿Dónde está el error?
Para empezar en la falta de información. Solemos creer que las necesidades energéticas de nuestro organismo se refieren exclusivamente a las calorías que quema en un esfuerzo físico determinado, sea cargar bolsas de la compra, sea subirnos cinco pisos a pie. Y lo cierto es que nuestro organismo en estado de absoluto reposo, consume dos calorías por minuto sencillamente para mantener en funcionamiento todos nuestros órganos: para que nuestro corazón siga latiendo o para que respiremos a través de nuestros pulmones.
Es lo que se llama "metabolismo de base" y su consumo de calorías aumenta con el frío, la fiebre, los excitantes - el café, el tabaco..-, el nerviosismo. etc.. Así, sin el menor esfuerzo por nuestra parte, cada día consumimos una "ración" de 600- 800 calorías. Una cifra nada desdeñable si tenemos en cuenta que la dieta de una mujer adulta que sigue una vida considerablemente sedentaria- la de cualquier urbanita de nuestros tiempos- debe estar entre las 1.800- 2.000 calorías. Los hombres, sino realizan trabajos de fuerza física intensa no necesitan muchas más.
Pero volvamos al ahorro: cuando dormimos nuestro metabolismo de base sólo consume una caloría por minuto, la mitad de lo que consume en estado de vigilia (despiertos). Así, si conseguimos robarle una hora al sueño, ganamos 60 calorías, media hora más, 90 calorías. En cuestión de sueño, todos sabemos que las necesidades de cada individuo son distintas, pero los estudiosos del tema han comprobado que las personas que duermen poco emplean una mayor parte del sueño en el llamado "sueño profundo", reparador, que aquellas que duermen muchas horas.. Así que podemos ganar tiempo a la cama.. en favor de la silueta
Pero hay más. Nuestro organismo también consume calorías para mantenerse a la temperatura constante de 36,5 grados. A esto se le llama termorregulación..y también es posible ganar unas calorías por este concepto...El calor que produce nuestro organismo se pierde en las partes del cuerpo menos protegidas contra el frío. Así, la piel de las manos suele tener una temperatura inferior a la del estómago y, en invierno, se nos enfrían manos y pies, la nariz y las orejas. Para contrarrestrar este enfriamiento de la piel, se ponen en marcha nuestros propios mecanismos de calentamiento: aumenta la tensión muscular, tiritamos si el descenso térmico es importante..
Para combatir el frío continuado, nuestro organismo hace uso de sus reservas de grasa, segregando las hormonas que aceleran su combustión. Este esfuerzo termorregulador realizado durante todo el invierno supondría una buena manera de " ventilar calorías"... Pero hacemos lo imposible para que esto no ocurra.
Si en la época de nuestras abuelas se conseguía una temperatura interior de uno 16-18 grados gracias a la clásica chimenea o a la estufa de carbón, actualmente pasamos el invierno a los 22º que nos permite la calefacción central. Un importante gasto calórico que se ahorra nuestro cuerpo confortablemente instalado en una eterna estación cálida que supone un bajo consumo de calorías de metabolismo de base.
O sea que si no quieres ir forrándote de una amorosa capa de grasa ¡tómate el invierno deportivamente en lugar de esconder la cabeza como un avestruz! Hablo de soportar una razonable dosis de frío, no de agarrarse un catarro; me refiero a los que viven el invierno como un cazador lapón. ¿Cómo evitarlo? Hay que perderle miedo al invierno, aprender a vivirlo con más normalidad: moderar la calefacción del coche y la casa, abrir las ventanas para ventilar la casa, elegir las duchas calientes en vez de los largos baños calientes. Sirve la sopa tibia, bebe de vez en cuando agua fresca en vez de tantas bebidas calientes, come platos fríos, como las ensaladas, alternados con los de las verduras humeantes.
Hay, por último, otro punto importante, respecto a la termogénesis y es el que se efectúa con las comidas. Todavía en estudio, lo que se ha comprobado es que algunas personas producen menos calor durante la digestión y, por tanto, gastan menos calorías. Esta sería una explicación de que mientras unos engordan, otros, comiendo lo mismo, permanecen tal cual.
Lo que sí sabemos ya con certeza es que los alimentos tienen distintos rendimientos respecto a la termorregulación. Para poner en marcha los mecanismos termorreguladores de nuestro organismo- o sea para consumir más calorías en su digestión- los alimentos más interesantes son las proteínas, seguidas de los glúcidos y, después, los lípidos y las grasas. Por ello el consumo de grasas está nuevamente desaconsejado para nuestra dieta.
Hasta aquí hemos hablado de las calorías que puedes "quemar" sin hacer el mínimo esfuerzo por tu parte, sólo tomando algunas precauciones invernales. Pero ahora hay que exigirse un esfuerzo más concreto:¡¡MUEVETE!!. Un poco de ejercicio físico es indispensable, inseparable de toda dieta. El ejercicio es una buena manera de ayudarle a eliminar los tejidos grasos y, desde luego, la más sencilla, fácil y barata. Indispensable para reactivar la circulación, el ejercicio físico se traduce de inmediato en beneficio para tus piernas, aviva el color de la cara, facilita la digestión.
Más importante todavía: el ejercicio físico moldea tus músculos: todos los especialistas coinciden en que andar es el mejor de los ejercicios posibles: eso es, ir andando a la oficina o a la Universidad, o simplemente, elegir un itinerario agradable para dar un buen paseo. Ideal también para los pulmones, para ahuyentar las depres invernales, amigas de la tetera y la mesa camilla
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