LA SAUNA. SUDAR ES UN PLACER

El sudor desempeña importantes funciones. Proporciona a la piel una película protectora excelente para las quemaduras del sol. Además sirve para eliminar toxinas y sustancias de desecho del organismo, produciéndose un muy positivo recambio salino y de líquidos.

Sudar por la calle, en la playa o en la piscina, resulta muy molesto. Se siente cansancio, las ropas se ensucian e impregnan de mal olor y la mayoría del líquido expulsado se queda en la piel, lo cual peca de poco higiénico, obstruye los poros e incluso provoca acné. En definitiva, no se da proporción equilibrada entre el tiempo y las incomodidades invertidas en sudar y sus efectos.



Para solventar todos estos inconvenientes, se inventó la sauna. Con ella se logran las mejores condicione de reacción fisiológica contra el calor. Permite controla la sudoración, de una manera cómoda y eficaz, obteniendo el máximo rendimiento.

Aunque existen otros métodos artificiales para lograr el sudor éste es el más completo de todos. Entre otros sistemas se encuentra el baño romano. Exclusivamente a base de calor seco, alcanza grandes grados de temperatura pero, a causa de su carencia de humedad, produce efectos que, aunque en ciertos aspectos resultan positivos, presentan inconvenientes graves como secar demasiado la piel y las mucosas nasales.


Por su parte, el baño turco, a base de vapor constante, tiene efectos muy limitados ya que no produce una sudoración suficiente en relación con la temperatura y tiempo de una sesión del mismo: además el sudor que se elimina no se evapora.


La sauna, en contrapartida, tiene el acierto de aunar ambos métodos. Es decir, combina el calor seco del baño romano con el vapor del turco, con lo que se eliminan las desventajas de ellos por separado. Proporciona calor seco, que estimula al organismo a sudar pero, como posibilita graduar el vapor ambiental a a voluntad, impide la resecación y favorece una evaporación rápida del sudor, que estimula al organismo a seguir sudando. Si bien durante la sesión puede parecer que la piel gotea poco, no quiere decir que la eliminación sea escasa; en la sauna el líquido que se evapora es más considerable que el que se aprecia sobre el cuerpo.




COMO ES UNA SAUNA
Consiste en una caseta, de unos dos metros de altura, cuyos metros cuadrados varían según su número de plazas. Se fabrican modelos para interiores y para exteriores. La instalación no requiere instalación ninguna de obras.


Suelo, paredes y techo son de maderas nórdicas, las cuales absorben bien el calor y la humedad ambiental. Van aisladas de manera que proporcionan una mayor concentración de calor.

En el interior disponen de unos bancos a distintas alturas y de un calentador eléctrico con regulador de temperatura- Encima de él se colocan unas piedras. Una vez calentadas los suficiente, sobre ellas se vierte agua para producir chorros de calor

MULTIPLES BENEFICIOS

Activa la circulación, aumenta la irrrigación sanguínea de forma que la sangre llega con más fluidez a zonas donde habitualmente no circula en abundancia. Con ello, dichas zonas se oxigenan de manera desacostumbrada y resultan beneficiadas.

Este aumento de la circulación está muy indicado tanto para prevenir como para aliviar, que no curar, determinadas enfermedades. Entre ellas el artritismo. Como es sabido este mal radica básicamente, en un déficit del líquido sinovial en las articulaciones. La vasodilatación producida por la sauna, favorece la llegada de ese líquido, el cual, engrasa las articulaciones-




Por el aumento del flujo sanguíneo, también está recomendada en el caso de lesiones musculares, recuperación de fracturas, achaques de vejez, gota y reumatismo. En esta enfermedad, el reúma, la sauna aporta otro elemento calmante del dolor; se trata del calor, que contribuye a disminuírlo en una medida bastante apreciable.

La acción positiva también se hace notar sobre los estados de fatiga cerebral, estrés e insomnio. Las razones son las mismas: el aumento de la circulación sanguínea y la eliminación de materiales de desecho. Los aficionados a la sauna lo saben por propia experiencia: tras una sesión desaparece el cansancio mental y el nerviosismo. siendo sustituidos por un aumento de la capacidad de concentración y una sensación de relajación y descanso, que facilitan la actividad física y mental o bien el sueño nocturno.




Contrariamente a lo que se cree, las sesiones de sauna no eliminan la celulitis. Sin embargo, al suprimir toxinas, mejoran su aspecto y ponen al cuerpo en condiciones idóneas para recibir un masaje posterior.



CONTRAINDICACIONES





La sauna es incompatible con algunas enfermedades. Una de ellas es el bocio, caracterizado por un desarrollo excesivo de la glándula tiroidea. Cuando está provocado por un hipertiroidismo, el calor únicamente servirá para aumentarlo.

También está contraindicada para las úlceras gástricas o duodenal aguda: al fin y al cabo una úlcera consiste en una llaga en el estómago; a causa de la vasodilatación, la herida puede perforarse y romperse.

Otras enfermedades que presentan incompatibilidades son con los procesos crónicos del pulmón. Se debe tener en cuenta que, en el interior de la sauna, el nivel de anhídrico carbónico está por encima de lo habitual, para un pulmón en mal estado puede resultar nefasto.

A las personas con presión sanguínea descompensada, también se le desaconseja la sauna pues ésta altera aun más e incluso puede provocar un infarto. Ahora bien, si que pueden hacer uso de ella aquellos que, con tensión alta, presentan una mínima normal. Abstenerse por completo los hipotensos.

Por último, existen determinadas lesiones y enfermedades del corazón que no soportarían una sola sesión de sauna debido, fundamentalmente, a que crea una disminución de la tensión arterial y un aumento de la frecuencia cardíaca. Pero no son todas; para algunas afecciones cardíacas no está contraindicada.

La mejor norma a seguir, tanto si se padece cualquier tipo de enfermedad como si no, es consultar al médico de cabecera o al especialista antes de iniciarse en el uso y disfrute de la sauna. Pero en el caso de que no se realice esta consulta, atención al propio organismo. Cuando trás una sesión no se experimenta sensación de bienestar sino, muy al contrario, fatiga, decaimientos, etc, hay que ir inmediatamente al médico. Esas manifestaciones delatan que hay un mal, pequeño o grande por descubrir.



Y una última advertencia: durante el periodo menstrual en las mujeres no conviene someterse a la sauna. Con ella, los ovarios se dilatan y aumenta la hemorragia sanguínea que puede llegar a no parar.

Cualquier hora del día resulta indicada para tomar una sauna. No obstante, el momento en que el cuerpo, se encuentra en las condiciones ideales para aprovechar al máximo la sesión es por la mañana, antes del desayuno; así se prepara el organismo para la ornada que le espera. Si lo que se desea es relajación y un descanso reparador, nada como trasladar el baño de calor a la tarde, al final del trabajo.

CUANDO Y COMO
Sea como fuere hay que esperar dos horas después de la última comida y, si fue copiosa, mejor que transcurran tres horas. Durante la digestión, el estómago requiere más sangre; si lo sometemos a una sesión de sauna, por su efecto vasodilatador el requerimiento sanguíneo será mayor, produciéndose deficiencias en otras partes del cuerpo.

Acerca del número de saunas a tomar, las opiniones son muy variadas. Por regla general, se aconsejan dos o tres a la semana; todo depende de la actividad física y mental de la persona.






Antes de entrar en la sauna, y con el fin de preparar el organismos a los efectos del calor, hay que ducharse con agua templada o caliente; si se acompaña de un enjabonado, se evitan olores desagradables. La temperatura del interior debe oscilar entre 70 y 100 grados, regulables por el usuario y según las indicaciones de su cuerpo. Al principio, acostumbra a sentirse opresión respiratoria. No dura más que unos segundos y no se produce si se tiene la precaución de respirar por la boca; además de esta forma evita que se reseque la nariz. Conviene permanecer primero tumbado y luego sentado.

La sesión inicial no ha de exceder de quince minutos. Más adelante puede prolongarse hasta veinte o veinticinco minutos. Acto seguido hay que someterse a una ducha breve de agua templada o fría. Por último, se recomienda envolverse en una toalla o similar que guarde calor, el cual, poco a poco desaparecerá. Un masaje, al final de este proceso, proporcionará una relajación absoluta. 




No se debe comer ni tomar bebidas alcohólicas hasta dos horas después de la sesión, pero sí beber cuanta agua se desee.

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